
Y mientras te escribía este email, apareces tú, con tu insinuación. Después pongo mi cam y te dejo ver mis piernas.
Me susurras que te enseñe algo más y te contesto que no.
Y te excitas y te propongo que me veas como me masturbo con mi pequeño juguete eléctrico. Y te cito. Ahí estás, a la hora y el día convenido y sin decir nada, sin preguntas ni sugerencias, aceptas la recepción de unas imágenes.
He tenido que cambiar, el ordenador de sitio, tirar un cable, volver a instalar la cam, calcular los planos, los mejores movimientos para excitarte lo máximo posible. Puede que la imagen no sea perfecta, que sea oscura, que imagines más de la cuenta, pero ahí estoy. En realidad ya llevaba un rato masturbándome y probando las posturas, tocándome, esperando que aceptases la llamada. Y al otro lado estás tú, viéndome, humedeciéndote, tocándote, masturbándote, sin decir nada, solo mirando y tocándote, como lo había deseado.