lunes, 8 de septiembre de 2008

Lunes de desintoxicación

Llevo semanas sin poder pasar 5 minutos delante del teclado. Por un lado me ha sentado muy bien por otro siento haberte decepcionado. Te prometí un mayor interés, pero entre la desintoxicación y la vuelta a casa y el comienzo en el trabajo me ha resultado muy difícil. Espero que cuando nos encontremos no seas muy cruel por romper el compromiso.
La falta de consumo la he su perado relativamente bien. Apenas tengo ansiedad, duermo mejor y empiezo a comer.
La casa empiezo a meterla en vereda, el hogar aún no.
Lo que nunca superaré es el trabajo, no sólo el inicio de trabajo tras unas vacaciones tan largas, sino el mismo acto de trabajar. Me repulsa perder días de mi vida en el trabajo.
Y sexualmente vuelvo a estar más receptiva. Tanto que anoche, después de echar el primer sueño en el sofá, mi sofá, me dirigí a ducha. El vello púbíco me había crecido demasiado, en ese punto en que es profundamente desagradable y que te estás arrepintiendo de la primera vez en que te lo rasuraste y que ya no has podido dejar de hacerlo, teniendo la condena de afeitartelo cada pocos días. Pues bien agarré la cuchilla y en plena ducha me lo rasuré. Con ese cuidado en que tú me has enseñado. Decididamente prefiero que me lo rasuren o ser yo la que empuño la cuchilla y afeito la entrepierna de otras u otros. Pero anoche tuve que emplear todo el mimo en mi pubis.
Y una cosa llevó a la otra. Acabé saliendo rápidamente de la ducha, buscando esas bolas rojas que tanto te he hablado de ellas, metiendo primero una en mi coño, después empezar a masturbarme, continuando metiendo la otra y al final corriendome en la cama.
A tu propuesta de quedar este fin de semana, provablemente mi contestación sea negativa. Aún no me veo con fuerzas ni con suficiente ánimo de retomar la vida del grupo. Debeis de tener el consuelo de que cuando regrese volveré con mucha más ansia.

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